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lunes, 25 de enero de 2016

Bruno Giordano tras las huellas de Copérnico. Cristo era un mago


Buenos días lector:


Hoy vamos a recordar a un brillante hombre cuyo ingenio y sus pensamientos entraron en grave confrontación con la Santa Inquisición y, tal y como le ocurrió a Nicolás Copérnico, ser un adelantado a su tiempo le costó un alto precio: su vida.


Bruno Giordano nació en Nápoles en el siglo XVI y destacó por ser filósofo, astrónomo, poeta y matemático. Era además un hombre religioso un dominicano pero con una visión panteísta.

Podemos destacar de sus teorías sus razonamientos cosmológicos, pues incluso superó a Copérnico al proponer no sólo que la Tierra giraba alrededor del Sol (proponiendo un Eje rotativo), sino que además el Sol era "sólo" una estrella dentro de la infinitud de muchas con sus respectivos planetas; que es lo que conforma el Universo. Además, rechazaba que la creación del cosmos se debiera a lo divino.

Hoy en día estas afirmaciones son una gran evidencia aceptada por la comunidad científica y estudiada en todas las escuelas. Pero en el siglo XVI fue una auténtica revolución y, como no, una herejía imperdonable.

Sin embargo, Bruno Giordano no fue juzgado por la cosmología ni por sus escritos que apoyaban las teorías de Copérnico, sino por sus ideas teológicas.

Giordano consideraba a Cristo como un mago y no como Dios, y que el camino a Dios se hacía a través de la sabiduría. Rechazaba las imágenes de Santos y sólo tomaba por válido el Crucifijo. También rechazaba la idea del Juicio Final.

Bruno destacaba el papel de la magia pero entendiéndola como la fuerza vinculante de las fuerzas físicas, espirituales y divinas. Por lo tanto el mago sería el que era capaz de manipular la vinculación de las fuerzas. Desarrolló en gran profundidad su visión de la magia elaborando una tesis que tuvo que defender ante el Tribunal de la Inquisición.



Tal fue el escándalo de sus ideas ante la Iglesia que el propio Papa Clemente VIII ordena su detención y tras el juicio se ordena su muerte en la hoguera por "herético, impenitente, pertinaz y obstinado". Antes de su quema en la hoguera fue excomulgado y sus escritos quemados en la Plaza Pública.
Sin embargo, esto no achicó a este extraordinario hombre que, al escuchar su sentencia de muerte exclamó:

"TEMBLÁIS MÁS VOSOTROS AL ESCUCHAR ESTA SENTENCIA QUE YO AL RECIBIRLA".

Aunque su cuerpo se extinguió por las llamas no así su memoria ni sus palabras, pues tras su muerte alcanzó fama e inmortalidad, al igual que Copérnico. Gracias a estos hombres la ciencia avanza.




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